¿Qué es una peregrinación? Es un caminar hacia una meta religiosa. En nuestro caso caminamos hacia la Iglesia, morada de Dios entre los hombres, como signo y realización de nuestro caminar hasta el cielo, la vida eterna, la Jerusalén celestial, la misma Santísima Trinidad.
Expresión y realización del ser cristiano. El llamado a la fe en Cristo lleva a plenitud el ser humano, creado a imagen de Dios y para ser semejante a Él.
Por eso, la peregrinación expresa, en primer lugar, el llamado, la vocación de Dios en Cristo. Dios nos ha amado tanto, como para ser hijos de Dios en Jesús, por el bautismo y la confirmación en la Santa Iglesia. Pero aún no se ha manifestado lo que seremos. Cuando se manifieste seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
La peregrinación es imagen de nuestra vida, nuestro caminar hacia la meta, que es Dios nuestro Padre, guiados por esa esperanza, y, a su vez, ya participando y creciendo en esta vida de esperanza.
En concreto vamos peregrinando, caminando, haciendo un camino comunitario, de Iglesia y también un camino de crecimiento personal.
La meta última está significada en la presencia ya actual de Dios, por Jesucristo y el Espíritu Santo en la Iglesia. Por eso, en cada etapa caminamos hacia una “iglesia”, donde siempre está presente la Trinidad, con los ángeles y los santos. En cada etapa vamos haciendo experiencia de Dios en su Iglesia.
La Iglesia, cuerpo de Cristo, templo del Dios, anticipo de la Jerusalén del cielo, nos acompaña y es representada singularmente en los Santos. Por eso, la principal guía, luz de nuestro peregrinar es el encuentro, la mirada a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y figura acaba de la Iglesia Santa. Nos encontramos con Ella, en sus Santuarios como Virgen de Guadalupe, en Canelones, y como Virgen de los Treinta y Tres, en Florida.
También nos acompañan otros santos: estaremos con San Antonio Mª Claret, San Francisco de Sales, Santa Teresita del Niño Jesús en Juanicó y con el Beato Jacinto Vera en Canelones.
La peregrinación es escuchar más hondamente y vivir la vocación a la santidad, que es la vocación de todo el que ha renacido en Cristo en el bautismo y ha sido ungido con el sello del Espíritu Santo en la confirmación, consagrado al culto del Padre.
La fuente, el centro y la culminación de toda la existencia de la Iglesia, de la meta y del peregrinar es el culto al Padre por Cristo en el Espíritu. La Liturgia, el culto, es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, que murió, resucitó y está glorioso en el santuario del cielo y une consigo a la Iglesia, que es el pueblo que Dios consagró para sí.
Toda la peregrinación está centrada en el culto a Dios, en la Sagrada Liturgia, es una consagración a la gloria y honor del Padre. Es también una renovación, una conversión al culto, formándonos para él y en él.
Sin duda la peregrinación tiene un fuerte sentido comunitario, de ser hechos Iglesia. En primer lugar de unirnos unos con otros, en la fe, la esperanza y la caridad. Principalmente en el culto, pero también en el caminar, en la ayuda mutua, en los talleres, en los encuentros e intercambios de experiencias.
En segundo lugar también vivimos unidos con la Iglesia de toda la tierra y del cielo y del purgatorio. En sus distintos estados forman la Iglesia peregrina.
En tercer lugar, estamos unidos con toda la humanidad. Por ella rezamos, por sus necesidades, de las personas y de los pueblos. Por su encuentro con Dios y su salvación eterna. En su nombre damos culto al Padre, también por el cosmos, el universo creado. Al mismo tiempo, caminando por calles y caminos, cantando y rezando, proclamamos a todos la invitación: “Venid, adoremos al Señor”. “Alabad al Señor todas las naciones”.